CIBELES

El culto a Cibeles en la antigua Roma y su impacto en la sociedad

Cibeles era la Gran Diosa Madre de Frigia, un antiguo reino anatolio asentado en la antigua región de Asia Menor, la actual Turquía central. Se le consideraba como la protectora del mundo y diosa de la fertilidad. Fue una deidad venerada a lo largo de muchos siglos, probablemente desde el año 7100 a. C., siendo la única deidad conocida del Reino de Frigia. 

Las colonias griegas de Asia Menor adoptaron el culto a Cibeles, que luego se extendió a las ciudades estado y pueblos de la Grecia continental. En el panteón griego se le asocia con Gea, madre de todos los dioses, que personifica la tierra, y con su hija, la titánide Rea, esposa de Cronos y madre de los dioses olímpicos. 

En Atenas, Cibeles era muy venerada, se le consideraba la protectora de la ciudad y los atenienses, que creían que la diosa entró a esta ciudad en un poderoso carro tirado por un gran león y fue recibida con fiestas y celebraciones, y la diosa agradecida pleno la ciudad de tranquilidad y fertilidad.

 

 

 

 

El mito de Cibeles y Atis

En la mitología frigia y en la griega, Atis, el divino pastor castrado, es el consorte de Cibeles y su sumo sacerdote. El mito de Cibeles y Atis es el origen de ello. Atis un apuesto y joven pastor, desconocía el amor que Cibeles sentía por él. En cierta ocasión vio a la hija del rey Pesino y su hermosura lo impactó, quedó profundamente enamorado y quería casarse con ella.

Al enterarse de lo ocurrido, la diosa Cibeles se puso tan celosa que enloqueció a Atis. En medio de su locura, el pastor corrió a las montañas y se detuvo al pie de un inmenso pino. Allí se castró y luego se suicidó. Se dice que de la sangre de Atis brotaron las primeras violetas. Cibeles lamentó profundamente su pérdida y Zeus se apiadó de ella, ayudándola en la resurrección de su amado y prometiéndole que aquel sitio permanecería sagrado por siempre.

 

Cibeles en la mitología y la religión romana

Los antiguos romanos asimilaron gran parte de la cultura anatolia y griega. Cibeles, la Magna Mater, inicialmente se consideraba como una diosa troyana, que habría sido traída por el príncipe troyano Eneas, quien huyó de Troya en llamas para fundar Roma.

No obstante, el culto a Cibeles se adoptó oficialmente en Roma a principios del siglo III a. C., en medio del segundo enfrentamiento bélico con la ciudad estado de Cartago, conocido como la Segunda Guerra Púnica, que se desarrolló del 218 al 211 a. C. El Senado convocó a los sacerdotes para consultar el Libro de las Sibilas, que contenía los textos proféticos.

Los sacerdotes dictaminaron que lo único que podía salvar a Roma de una trágica derrota era incorporar al panteón romano una nueva diosa. Una deidad venerada por los antiguos ancestros de los romanos.

Se trajo desde Pessinos, ciudad del Asia Menor, una piedra meteórica negra que simbolizaba a la diosa Cibeles, la cual fue llevada por Claudia Quinta, matrona religiosa de Roma, al templo de Victoria. La llegada de Cibeles a Roma coincidió con la retirada del ejército Cartaginés. Aníbal debió regresar con sus tropas a Cartago, para defenderla de una invasión liderada por el general romano Escipión el Africano.

Los romanos atribuyeron la derrota de Cartago y el fin de la hambruna que azotaba a Roma a la diosa Cibeles. El culto a esta deidad creció rápidamente y se le consideró como la protectora de Roma y de los soldados romanos en la guerra.

 

 

 

Impacto en la sociedad romana

Desde su inclusión en el panteón romano, Cibeles tuvo un significativo impacto en la sociedad romana. De hecho, se convirtió en un símbolo de la autoridad del imperio y de su religión. Algunos emperadores romanos, entre ellos Augusto, mostraban a Cibeles como símbolo de su autoridad, vinculando a la diosa con el origen y el destino de Roma.

Cibeles se asociaba también con la maternidad y la protección de la familia. Se mostraba en las estatuas con rasgos similares a los de las emperatrices romanas, lo que acentuó su rol como protectora de Roma y de la familia imperial. 

Si bien, al inicio, su culto encontró alguna resistencia en algunos sectores de la sociedad romana, debido a sus rituales tan exóticos y por el hecho que galos (sacerdotes de Cibeles) debían castrarse y adoptaban vestimentas y gestos femeninos. Finalmente, terminó siendo aceptado, especialmente en épocas de crisis y guerras.

A medida que se extendía y consolidaba el imperio romano, el culto a Cibeles se hacía más fuerte. Imágenes romanizadas de la diosa y su culto se extendieron a todos los rincones del vasto imperio romano. Esta práctica transformó la religión en Roma, ya que se integró la religión con el estado. El culto a Cibeles dejó un legado perdurable en la sociedad romana, puesto que perduró hasta que el cristianismo se consolidó como la religión oficial de Roma. 

En síntesis, el culto a Cibeles en la sociedad romana impactó en distintos aspectos, que abarcan desde su rol como protectora en tiempos de crisis y guerra y símbolo imperial hasta los cambios que se dieron en las prácticas religiosas.

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